Tanizaki en su más puro estado. Diario
de un viejo loco es una de las últimas obras de este autor japonés, escrita
a comienzos de los años sesenta, poco antes de su muerte, que tuvo lugar en
1965. La historia es contada a modo de diario, siendo el protagonista un
jubilado de setenta y tantos años. Sabiendo esto, a un lector español le puede
resultar inevitable recordar las novelas que Miguel Delibes escribía con
protagonistas de similar edad, como La
hoja roja y Diario de un jubilado,
pero las semejanzas no van más allá de ese superficial parecido. El abuelo de
Tanizaki poco tiene que ver con aquellos abuelos de provincias recatados y
agónicamente preocupados con la inminencia de la muerte que nos retrataba
Delibes. El abuelo de Tanizaki, que se llama Utsugi, es un personaje puramente tanizakiano, con las obsesiones tan
características de los protagonistas varones de las novelas de este autor
japonés. Utsugi no es un jubilado japonés al uso, de esos que se entretienen
cuidando de su jardín o de su perro, o que de vez en cuando juegan al golf o
limpian los parques de su barrio en calidad de voluntarios. Nada de eso.
Nuestro jubilado vive obsesionado con su nuera, Satsuko, que se aprovecha de la
situación y le saca al abuelete todo lo que puede y más. Y, cómo no, de esta
manera Satsuko viene a engrosar la amplia legión de mujeres fatales y
dispensadoras de los más refinados placeres fetichistas o de dominación que tan
magistralmente supo retratar Tanizaki a lo largo de su obra literaria. Cabe
añadir que Utsugi está muy malito de la salud, que tiene los días contados, y
que además es plenamente consciente de ello. Sin embargo, o precisamente por
ello, no parece darle muy poca importancia al asunto, como tampoco se la da a
las consecuencias que su relación con Satsuko pueda tener en su entorno
familiar, como de hecho las acaba teniendo.
El formato de diario, aunque es un formato que a mí nunca me ha convencido demasiado para una novela, por lo limitado y rígido que resulta como estrategia narrativa, Tanizaki lo maneja bien en esta obra y consigue crear tensión en el lector, como por ejemplo cuando la crónica de un día anuncia algo para los días siguientes y nos anima a seguir leyendo.
El formato de diario, aunque es un formato que a mí nunca me ha convencido demasiado para una novela, por lo limitado y rígido que resulta como estrategia narrativa, Tanizaki lo maneja bien en esta obra y consigue crear tensión en el lector, como por ejemplo cuando la crónica de un día anuncia algo para los días siguientes y nos anima a seguir leyendo.
Dirán ustedes que últimamente me pongo muy pesado con la obra de Tanizaki, que parece que no hay otra en la literatura japonesa, pero es que cuando un autor consigue que la lectura de sus libros me envuelva hasta el punto de leerlos de un tirón y generalmente en el transcurso de un día, sin tener que recurrir a lecturas paralelas para oxigenar las partes dañadas del cerebro, merece todos mis respetos y cuantas entradas sean necesarias en este blog.
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